José Manuel Naredo - Configuración y crisis del mito del trabajo
Con el advenimiento del capitalismo disminuyen las posibilidades de obtener botín mediante "hazañas" bélicas o cinegéticas, "a la vez que aumentan, en radio de acción y facilidad, las oportunidades de realizar agresiones industriales (o financieras) y acumular propiedad por los métodos cuasipacíficos de la empresa nómada". Por lo que, desde este punto de vista, no anduvo desencaminado Benjamín Constant (1813) cuando señaló que "la guerra y el comercio no son más que dos medios diferentes de alcanzar el mismo fin: el de poseer aquello que se desea". Siendo directamente medible, en el capitalismo, el botín alcanzado en las "hazañas" (que se vincula al prestigio social) a través de la riqueza pecuniaria acumulada.
Cuando en una sociedad como la nuestra se asocia la respetabilidad de los ciudadanos a su nivel de riqueza, se desata entre éstos una lucha por la "reputación pecuniaria" que crea un estado de insatisfacción crónica generalizada. Pues, como ya Veblen advirtió, dada la naturaleza del problema, es evidente que está fuera de toda posibilidad que la sociedad pueda lograr un nivel de riqueza que satisfaga los deseos de emulación pecuniaria que se han desatado entre los ciudadanos. Si a esto se añade que, con la llamada "sociedad de consumo" se han ampliado y complicado sobremanera las necesidades elementales que reclamaba la supervivencia y encarecido la posibilidad de hacerles frente, tenemos que, al decir de Illich (1992), el homo economicus ha hecho las veces de eslabón intermedio en la transfiguración de la naturaleza humana desde el homo sapiens hacia el homo miserabilis: "al igual que la crema batida se convierte súbitamente en mantequilla, el homo miserabilis apareció recientemente, casi de la noche a la mañana, a partir de una mutación del homo oeconomicus, el protagonista de la escasez.
La generación que siguió a la segunda guerra mundial fue testigo de este cambio de estado de la naturaleza humana desde el hombre común al hombre necesitado (needy man)". La racionalidad parcelaria desplegada trajo consigo la irracionalidad global, así como la paradoja de que la economía, en vez de combatir la escasez, favorece los procesos que se encargan de agravarla y extenderla por el mundo. Escasez que no sólo alcanza a los "bienes" y al dinero u otros tipos de "activos", ¡sino hasta al propio trabajo!. Lo que hace que los individuos estén dispuestos a inmolar su vida al trabajo (penoso y dependiente) con más ahínco que antes. A la vez que se acentúa la jerarquía y la dominación dentro del propio mundo del trabajo, al promover y privilegiar constantemente aquellas tareas que, por ser fuente de "botín", están más vinculadas a la adquisición de la riqueza que a la producción (material) de la misma.
Así, la máquina no ha conseguido liberar a los hombres de las servidumbres del trabajo, sino que éste sigue siendo una fuente importante de crispación que alcanza tanto a los parados, como a los ocupados, y hasta a la llamada por Veblen “clase ociosa”, cada vez más embarcada en la carrera de la “competitividad” y esclavizada por insaciables afanes de acumular poder y dinero, que llevan al presente 'darwinismo' empresarial a hacer del crecimiento una necesidad para la supervivencia.